viernes, 5 de junio de 2009

LEYENDO A SILVIA

Vestía traje suelto, de recamado biso,
en voluptuosos pliegues de un color indeciso,
y en el diván tendida, de roho terciopelo,
sus manos, como vivas parásitas de hielo,
sostenían un libro de corte fino y largo,
un libro de poemas delicioso y amargo.
De aquellos dedos pálidos la tibia yema blanda
rozaba tenuamente con el papel de Holanda,
por cuyas blancas hojas vagaron los pinceles
de los más refinados discípulos de Apeles:
era un lindo manojo que en sus claros lucía
los sueños más audaces de la Crisología:
sus cuerpos de serpiente dilatan las mayúsculas
que desde el ancho margen acechan las minúsculas,
o trazan por los bordes caminos plateados
los lentos caracoles, babosos y cansados.
Para el poema heroico se vía allí la espada
con un león por puño y contera labrada,
donde evocó las formas del cielo legendario
con sus torres y grifos un pincel lapidario.
Allí, la dama gótica de rectilínea cara
partida por las rejas de la viñeta rara;
allí, las hadas tristes de la pasión excelsa:
la férvida Eloísa, la suspirada Elsa.
Allí, los metros raros de musicales timbres:
ya móviles y largos como jugosos mimbres,

ya diáfanos, que visten la idea levemente
como las albas guijas de un río transparente.
Allí, la Vida llora, y la Muerte sonríe,
y el Tedio, como un ácido, corazones deslíe...
Allí, cual casto grupo de núbiles Citeres,
cruzaban en silencio figuras de mujeres
que vivieron sus vidas, invioladas y solas
como la espuma virgen que circunda las olas:
La rusa de ojos cálidos y de bruno cabello
pasó con sus pinceles de marta y de camello;
la que robó al piano en las veladas frías
parejas voladoras de blancas armonías
que fueron por los vientos perdiéndose una a una
mientras, envuelta en sombras, se atristaba la luna...
Aquesa, el pie desnudo, gira como una sombra
que sin hacer ruido pisara por la alfombra.
de un templo... y como el ave que ciega el astro diurno
con miradas nictálopes ilumina el Nocturno
do al fatigado beso de las vibrantes clines
un aire triste y vago preludian dos violines....
... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...
La luna, como un nimbo de Dios, desde el Oriente
dibuja sobre el llano la forma evanescente
de un lánguido mancebo que el tardo paso guía,
como buscando un alma, por la pampa vacía.
Busca a su hermana: un día la negra Segadora
-sobre la mies que el beso primaveral enflora-,
abatiendo sus alas, sus alas de murciélago,
hirió a la virgen pálida sobre el dorado piélago,
que cayó como un trigo... Amiguitas llorosas
la vistieron de lírios, la ciñeron de rosas;
céfiro de las tumbas, un bardo israelita
le cantó cantos tristes de la raza maldita
a ella, en su lecho de gasas y de blondas
se asemejaba a Ofelia mecida por las ondas:
por ella va buscando su hermano, entre las brumas,
de unas alitas rotas las desprendidas plumas,
y por ella... "Pasemos esta doliente hoja
que mi ser atormenta, que mi sueño acongoja",
dijo entre sí la dama del recamado viso
en voluptuosos pliegues de color indeciso,
y prosiguió del libro las hojas volteando,
que ensalza en áureas rimas de son calino y blando
los perfumes de Oriente, los vívidos rubíes
y los joyeros mórbidos de sedas carmesíes.
Leyó versos que guardan como gastados ecos
de voces muertas: cantos a ramilletes secos
que hacen crujir, al tacto cálices inodoros;
metros que reproducen los gemebundos coros
de las locas campanas que en el día de difuntos
despiertan con sus voces los muertos cejijuntos,
lanzados en racimos entre las sepulturas
a beberse las sombras de sus noches oscuras...
... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... .. ... ... ... ... ...
...Y en el diván pendida de rojo terciopelo,
sus manos, como vivas parásitas de hielo,
doblaron lentamente la página postrera
que en gris mostraba un cuervo sobre una calavera.
Y se quedó pensando, pensando en la amargura
que acendran muchas almas; pensando en la figura
del bardo, que en la calma de una noche sombría,
puso fin al poema de su melancolía:
exangüe como un mármol de la dorada Atenas,
herido como un púgil de itálicas arenas,
¡unió la faz de un Numen dulcemente atediado
a la ideal belleza del estigmatizado...
Ambicionar las túnicas que modelaba Grecia
y los desnudos senos de la gentil Lutecia;
pedir en copas de ónix del ático nepentes;
querer ceñir en lauros las pensativas frentes;
ansiar para los triunfos el hacha de un Arminio;
buscar para los goces el oro del triclinio;
amando los detalles, odiaré el universo;
sacrificar un mundo para pulir un verso;
querer remos de águila y garras de leones
que con domar los vientos y herir los corazones;
para gustar lo exótico, que el ánimo idolatra,
esconder entre flores el áspid de Cleopatra;
seguir los ideales en pos de Don Quijote,
que en el Azul divaga de su rocín al trote;
esperar en la noche las trémulas escalas
que arrebatan ligeras a las etétreas salas;
oir los mudos ecos que pueblan los santuarios,
amar las hostias blancas; amar los incensarios
poetas que diluyen en el espacio inmenso
sus ritos perfumados de vagoroso incienso);
sentir en el espíritu brisas primaverales
ante los viejos monjes y los rojos misales;
tener la frente en llamas y los pies entre lodo
querer sentirlo, verlo y adivinarlo todo:
eso fuíste, ¡oh poeta Los labios de tu herida
blasfeman de los montes,blasfeman de la vida,
modulan el gemido de las desesperanzas,
¡ oh místico sediento que en el raudal te lanzas
... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... .. ... ... ... ... .. ... ... ...
¡Oh Señor Jesucristo por tu herida del pecho,
¡perdónalo, perdónalo ¡Desciende hasta tu lecho
de piedra a despertarlo Con tus manos divinas enjuga
de su sangre las ondas purpurinas...
Pensó mucho: sus páginas suelen robar la calma;
sintió mucho: sus versos saben partir el alma.
¡Amó mucho Circulan ráfagas de misterio
entre los negro pinos del blanco cementerio...
... ... ... ... ... .... .... .... ... .. .... ..... ...... ... ... ...
No mancharás su lápida epitafio doliente;
tallad un verso en ella, pagano y decadente,
digno de fresco Adonis en muerte de Afrodita:
un verso como el álito de una rosa marchita,
que llore su caída, que cante su belñleza,
que cifre sus ensueños. ¡Qué diga si tristeza
... .... .... .... .... .... .... ..... .... ... ..... .... .... .... ....
¡Amor, dice la dama del recamado viso
en voluptuosos pliegues de color indeciso;
¡Dolor, dijo el poeta. Los labios de su herida
blasfeman de los hombres, blasfeman de la vida,
modulan el gemido de la desesperanza;
fue el místico sediento que en el raudal se lanza
su muerte fue la muerte de una lánguida anémona,
se evaporó su vida como la de Desdémona;
ebrio del vino amargo con que el dolor embriaga
y a los fulgores trémulos de un cirio que se apaga:
¡Así rindió su aliento, bajo un sitial de seda,
el último nacido del viejo Cisne y Leda...

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